Los congresos de los partidos de izquierdas, cuando se trata de refrendar al líder existente y no de elegir a uno nuevo (no previamente elegido, se entiende) carecen, en general, del más mínimo interés.
En efecto, cuando la autoridad del líder
parece asentada y no hay, por lo tanto, ruido de sables, todo se limita a
lisonjas, alabanzas, loas y, en resumen, el peloteo más descarado. Así, tuvo
interés el congreso del PP en el que salió elegido Pablo Casado, puesto que
todo parecía que se iba a dirimir entre Triple S y Sáenz de Cospedal… y
no lo tuvieron ninguno de los demás, puesto que se sabía quién iba a salir
elegido.
En cuando a los del partido de la mano y el
capullo, sólo tuvo interés el infausto posterior a las elecciones generales de
2.000 (contigo empezó todo, que diría Gerardo). En todos los demás, siempre
lo mismo: procurar moverse lo justo, por aquello de seguir saliendo en la foto.
En esto, como en todo lo demás, la égida del
psicópata de la Moncloa no supone una novedad, sino un suma y sigue, un corregido
y aumentado, un más de lo mismo. El masajeo ha sido casi obsceno,
algo lógico teniendo en cuenta los negocios del suegro del psicópata de la
Moncloa y los pasatiempos a los que son aficionados los del partido de
la mano y el capullo.
Y mientras, zETAp y Petisú pontificaban sobre desinformación, se barajaba la posibilidad de nombrar a una nueva portacoz de la formación. Cada vez duran menos…
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