Los dos partidos nacionales en España -es decir, los del charrán y los de la mano y el capullo- cometen dos errores garrafales en relación con los regionalismos secesionistas.
El primero es pensar -ya desde la
redacción del texto constitucional- que haciéndoles concesiones se van a
aplacar. Esto nunca es así: por su propia naturaleza saprofita, los
regionalismos son insaciables e implacables.
El segundo es creer que,
aceptando sus postulados, podrán arañar algún voto de ese electorado
regionalista. Otro error: entre el original y la copia, los votantes siempre
optarán por el original, despreciando a la copia, que será también abandonada
por sus seguidores habituales.
Y es que, al leer la noticia de
que la Federación Española de Fútbol manipuló las votaciones del campeonato del mundo de 2.030 para excluir a Vigo y favorecer a San Sebastián (repitiendo los
cálculos, al modo de los separatistas quebequeses, hasta que el resultado sea
el que ellos quieren), lo que se me ocurre es que, de algún modo, quisieran
contentar a la parroquia txurri urdin y, en general, a la afición con
chapela.
Tanto da: seguirán silbando el
himno nacional y a Su Majestad el Rey don Felipe VI, a quien Dios guarde muchos
años.
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