Al psicópata de la Moncloa no se le da un ardite nada que no sea seguir durmiendo en el colchón que se apresuró a cambiar no bien empezó a detentar el puesto de segunda autoridad del Estado. De hecho, estoy convencido de que, llegado el caso, no tendría mayor inconveniente en dormir solo en ese colchón si su pareja se viera obligada a pernoctar a la sombra… de una celda o de un cocotero.
Le da lo mismo la dignidad de sus lacayos,
por serviles, miserables y chupaortos que éstos sean. Si tiene que obligar al ninistro
Pequeño a cancelar de forma unilateral la compra de balas israelíes pese a
estar publicada la adjudicación en el Boletín Oficial del Estado, se le obliga
y ya está.
Si entre cocuquistas y paleocom
se disputan el mérito del triunfo, buscando anotarse tantos con
no se sabe qué objeto, puesto que al mismo tiempo reconocen que hay más
contratos, se les deja y ya está.
Si su postura supone el adiós a la seguridad
jurídica y es constitutiva de una posible malversación de caudales públicos, y
el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer es llevado a
los tribunales por la ruptura del contrato, a él qué más le da.
Lo dije hace muchísimo tiempo y lo mantengo,
poque nada de lo que he visto me ha impulsado a cambiar de opinión: Pedro
Sánchez Pérez-Castejón hará cualquier cosa con tal de seguir cinco minutos más
en la poltrona.
Literalmente.
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