El mismo día saltaba la noticia de que dos mujeres, una a cada lado del espectro político, las dos con (relativo) mando en plaza, daban un paso a un lado. Algo que no es frecuente en la política española.
Una es Petisú Montero, vicetodo:
vicepresidente del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer,
ninistra del Saqueo al Contribuyente -que recuerde, junto al Ninistro
Pequeño, a Madgadita y quizá al de Agricultura (¿Planas? Podría
mirarlo pero estoy vago), los únicos que siguen desde la moción de censura-,
vicesecretaria general del partido de la mano y el capullo y secretaria general
de la banda al Sur de Despeñaperros. Precisamente anunciaba que dejaría el
consejo de ninistros antes de las elecciones regionales andaluzas para
centrarse en las mismas. Vengo a ganar Andalucía, dicen que dijo. La única
manera de que Andalucía gane es que ella y su partido pierdan; cuanto más,
mejor.
La otra es Cuca (nunca entenderé esa
manía de los políticos por hacerse conocer por diminutivos, ¿se piensan que eso
los hace más cercanos o qué?) Gamarra, secretaria general del Partido Popular
(es decir, y en la práctica, vicepresidente o número dos del mismo), que
anunció que le había pedido el relevo a Alberto Núñez-Feijóo. Demasiado blandita
para mi gusto, lo ideal sería colocar en su puesto a alguien como Cayetana
Álvarez de Toledo, alguien que dé caña a la izquierda y la hable en unos
términos tan claros, tan nítidos, tan sencillos, que hasta ellos sean capaces
de entenderlos.
Por la cuenta que nos trae, esperemos que en ninguno de los casos se cumpla aquello de otro vendrá que bueno te hará.
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