La doctrina Mafalda podrá ser un mecanismo sencillo pero, al igual que la navaja de Occam, rara vez falla.
Tomemos el caso de la decisión de la Unión
Europea, que hace un par de semanas anunció que fiscalizaría las subvenciones a
las organizaciones no gubernamentales, lo que provocó la furia de MoMiMeMa.
Aquí, una digresión: tiene gracia que se
denomine no gubernamentales a unas entidades que en su mayoría
sobreviven, precisamente, gracias a la aportación de fondos públicos (o esa es
al menos mi impresión). Prosigo.
¿Qué provocó la airada reacción de una de las
ministras más inútiles e ineptas -y mira que la competencia es dura- del
desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer? ¿No será que
esas organizaciones no son sino chiringuitos que riegan con fondos públicos y
que les hacen una invaluable labor de propaganda? De hecho, yo dejé de aportar
a una por la matraca giliprogre que metían mes sí, mes también.
Piensa mal y acertarás, dice el refrán.
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