La definición fraguiana de que un socialista es alguien capaz de defender una cosa y la contraria y afirmar que ambas son ciertas (y progresistas) adolece de incompletitud. Porque un socialista es alguien que te dirá que no hagas una cosa, mientras que él se dedica a hacer precisamente eso que te prohíbe hacer a ti.
Acaban de sacar, o está a puntito, una ley
sobre publicidad que prohíbe aquella que pretenda meter el miedo en el cuerpo a
los consumidores para que adquieran el producto. Viene a ser una especie de
norma ad emporium, puesto que se dirige específicamente a las empresas
de alarmas y de seguridad, que ya no podrían incluir mensajes relativos al robo
o a las ocupaciones (eso, hasta que empiecen a ocupar las viviendas de miembros
del partido de la mano y el capullo, como ya ha ocurrido con comunistas,
separatistas y alimañas de esa ralea).
Pero hete aquí que el psicópata de la Moncloa
ha lanzado, a través del ministerio a cuyo frente está MoMiMeMa, una Guía
para la comunicación en Salud y Calor VERANO 2025 dirigida a periodistas,
sanitarios y divulgadores que no enseña a prevenir el calor, sino a
comunicarlo.
Esta guía presenta el calor como una amenaza
extrema. Su mensaje es claro: el calor mata. Pero la forma de transmitirlo no
es neutral, ya que selecciona solo los datos más alarmantes, ignora la serie
histórica completa y propone estrategias basadas en el impacto emocional, no enla evidencia.
Es como si, al hablar del socialismo, se
mencionara sólo la colaboración con la dictadura de Primo de Rivera, la revolución
de Asturias, el saqueo del Banco de España, los cuarenta años de vacaciones, la
reprivatización de Rumasa, el paso de Mariano Rubio por el Banco de España, el
terrorismo de Estado, los cafelitos del hermano de miemmano en la
delegación del gobierno en Andalucía, el acuerdo con la banda terrorista de
ultraizquierda mientras se firmaba un supuesto pacto por las libertades y
contra el terrorismo o el cerco a las sedes del Partido Popular durante la jornada
de reflexión de unas elecciones generales.
Porque si sigo con los últimos veinte años, me quedo sin espacio para escribir.
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