Los giliprogres han puesto el grito en el cielo cuando Su Majestad el Rey don Felipe VI, a quien Dios guarde muchos años, ha tenido a bien conceder títulos nobiliarios a personas como Rafael Nadal, Luz Casal o Teresa Perales. Títulos que, a mi modo de ver, no son sino una muestra externa y visible de la nobleza interior que personas como estas demostraban en todos y cada uno de los actos de su vida diaria.
Pero, eso sí, cuando un honor, del tipo que
sea, les llega a ellos, pierden el culo y se apresuran a aceptarlo. Parece como
si sintieran que son ellos los que ennoblecen al título o a la condecoración, y
no al revés. De hecho, el hecho de que se les conceda, y quién se lo concede,
denigran a la distinción.
Es lo que ha ocurrido hace poco. Bolardos
ha concedido a zETAp la cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort, la máxima
distinción judicial. Dos exmagistrados del Tribunal Supremo, un magistrado del
Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, y el presidente de la asociación
Dignidad y Justicia, han anunciado que devuelven esa condecoración e instan al resto de juristas
españoles a que hagan lo propio mientras la porte el bobo solemne.
El calificativo lo he elegido yo, pero es que intento ser suave.
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