Ya desde que el partido de la mano y el capullo, hace cuatro décadas largas, ganó las elecciones con mayoría absoluta, mostraron una vocación liberticida, aplicando lo que se llamó el rodillo. Rodillo que, cuando ha sido menor y de signo contrario, ha sido duramente criticado, haciendo llamadas al consenso que ellos nunca practicaron.
El psicópata de la Moncloa carece de rodillo,
pero su oposición a la democracia no es nueva en su partido. Simplemente la ha
llevado más allá, con más fuerza y mayor descaro, buscando controlar todos y
cada uno de los resortes del poder.
Es el caso del ministerio público, al que ha
convertido en su perro de presa particular, para emplear contra sus enemigos o
para intentar proteger a sus compinches. Como es el caso del ministro Bolardos,
al que el Supremo podría imputar dentro del caso que implica a la pareja de
quien presiden el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de
padecer. Y a su rescate ha acudido presta la fiscalía, que ha pedido al alto tribunal rechazar dicha imputación.
Nada sorprendente, por otra parte.
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