Suelo decir de mí mismo, medio en broma medio en serio, que entre las innumerables cualidades con las que el Altísimo decidió adornarme no se encuentra la modestia.
Se trata, evidentemente, de una risa a mi
costa. Sé que tengo cualidades, pero también sé que no soy perfecto. Creo ser
también bastante consciente de mis defectos, pero hay uno del que probablemente
carezco.
Y ese defecto es la envidia, al que considero
el más inútil de los defectos. Porque si alguien tiene una cosa que tú no,
caben dos posibilidades: o el que él lo tenga y tú no depende de ti, y en tal
caso lo que tienes que hacer es dejarte de tonterías y aplicarte para
conseguirlo; o no depende, y en tal caso da lo mismo lo que hagas o dejes de
hacer, no lo tendrás.
En cualquier caso, lamentarse es una pérdida de tiempo.
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