Hace casi dos meses, cuando después de que Europa (la Unión Europea, se entiende) conminara a los distintos países miembros a que su gasto en Defensa supusiera al menos un dos por ciento del producto interior bruto, el psicópata de la Moncloa tuvo una comparecencia en la sede de la representación de la soberanía nacional (y no, como erróneamente se suele decir, la sede de la soberanía nacional, puesto que ésta reside en el pueblo).
Vamos a dejar de lado lo que
debió costarle, sabida es la erisipela que le produce tener que dar cuentas de
sus actos (y sus no actos), y menos en el Congreso donde hay quienes le
tienen ganas y le hacen apretar los maseteros. Según la crónica, su discurso estuvo
repleto de refritos, lugares comunes y frases grandilocuentes.
No concretó nada, y postergó unos meses los detalles de su plan de defensa para ganar tiempo. Mi vaticinio fue que, para cuando publicara esta entrada, las cosas seguirían exactamente igual. No hace falta decirlo, claro, pero lo haré.
Acerté.
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