Leo en uno de esos diarios gratuitos que tanto abundan que los apóstatas se quejan de que no se borre su bautismo de los registros eclesiásticos. Esa postura esta muy en línea con la vieja práctica estalinista de borrar de las fotografías a quienes habían caído en desgracia, o con el mucho más reciente afán de la memoria histérica de reescribir la Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo. Entronca, en suma, con lo que magistralmente plasmó George Orwell –un comunista desengañado, como tantos otros- en su novela 1.984: cuando la realidad choca con los intereses de uno, se cambia la realidad.
Porque, hablando en plata, apóstatas, a vosotros os bautizaron, y eso no hay quien lo cambie. ¿Qué no os gusta? Pues os jodéis. A mí me gustaría que me borraran de los registros de Hacienda, de los del banco con el que tengo mi préstamo hipotecario, y tantos otros sitios. Pero lo que pasó, pasó.
Porque, hablando en plata, apóstatas, a vosotros os bautizaron, y eso no hay quien lo cambie. ¿Qué no os gusta? Pues os jodéis. A mí me gustaría que me borraran de los registros de Hacienda, de los del banco con el que tengo mi préstamo hipotecario, y tantos otros sitios. Pero lo que pasó, pasó.