La irrelevancia de España en el plano internacional es, gracias al desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, total.
Ningún país medianamente respetable nos
considera dignos de confianza, y sólo recibimos parabienes de regímenes como el
venezolano, o de organizaciones terroristas como Hamas.
Precisamente al hilo de esto, el psicópata de
la Moncloa se ha cansado de calificar de genocida a la única democracia de la
zona -además de ser el depositario de un pueblo que sí que sufrió un genocidio
de los de verdad no hace ni un siglo, y que las ha pasado canutas a lo largo de
la Historia- y de hacerle desaires a un socio que tiene mucho menos que perder
que nosotros si las relaciones se estropean.
Pero como quiere ser el niño en el bautizo,
el novio en la boda y el muerto en el entierro, ha perdido el culo para poder
asistir a la firma del acuerdo de paz para Gaza. Un acuerdo para el que no sólo
no ha trabajado en absoluto, sino que se podría decir que ha torpedeado de casi
todas las maneras posibles.
Le invita Egipto, otro país que no ha movido
un solo dedo para aliviar la situación de los civiles palestinos. Bastaría con
que les hubiera abierto la frontera, y no lo hizo.