Los que me conocen personalmente, o los que me leen en este blog, saben lo que pienso del partido de la mano y el capullo (nada bueno): que siempre ha sido igual, que nunca ha existido otro PSOE, que desde el principio ha sido una banda encaminada a aprehender, rapiñar y detentar el poder. Podrán, temporalmente, moderar su comportamiento; podrán, por tacticismo, disimular un tanto; pero la cabra siempre tira al monte, y los socialistas por donde siempre han solido.
Por eso, por más que me desagrade, no me
sorprende en absoluto el comportamiento del desgobierno socialcomunista que
tenemos la desgracia de padecer. El psicópata de la Moncloa no es sino la
destilación de la quintaesencia de lo que comenzó Paulino Iglesias, siguió Largo
Caballero y continuó Rodríguez Zapatero. Dirigentes como Besteiro o González
-siendo el primero mucho más respetable que el segundo- no son sino excepciones
en esa marea general de ladrones y asesinos.
Por eso, leer que Pili Sonrisas ofreció
a un cargo socialista un empleo en Navarra si retiraba una denuncia
contra Bolardos por la actuación de este como secretario de la Comisión
Federal de Ética y Garantías del PSOE (sí, ya, hablar de ética y de garantías
en el PSOE es un insulto a la inteligencia) no sorprende en lo más mínimo,
porque demuestra cómo concibe esta gente la política: como un mundo donde creen
que, por el hecho de que ellos sí que lo tienen, todo el mundo tiene su precio.
Pero algunos no lo tienen, incluso dentro del partido.

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