A mi modo de ver, uno del partido de la mano y el capullo -hablo de la clase política, claro, no de los votantes… aunque, en realidad, a estos también podría aplicársele- no coincide con la verdad más que por error, por descuido o por imperiosa necesidad.
Es decir, la mentira está ínsita en su código
genético. Si aquél decía que una persona de izquierdas es genéticamente incapaz
de cometer un delito, también podríamos decir que -además de que la anterior
afirmación es notoria, palmaria, total y completamente falsa- es igualmente
genéticamente incapaz de decir la verdad.
A las causas anteriores podríamos añadir lo
que podría llamarse degeneración de la raza. Hasta hace una generación,
los líderes socialistas españoles se habían formado en un sistema educativo que
no habían elaborado ellos. Tenían, por lo tanto, un cierto conocimiento, una
cierta cultura, un relativo bagaje cultural. Pero de la década de los ochenta
del siglo pasado hasta ahora las cosas han cambiado: llegados al poder, se
dedicaron a excretar sucesivas leyes de educación, cada una más deplorable que
la anterior.
Y así han ido las cosas. De donde no hay no
se puede sacar, dice el refrán español, pero cuando se utilizan herramientas y
métodos incorrectos, conseguirlo resulta casi milagroso. Cuando la fontanera
del partido con sede en Ferraz le dijo al fiscal, durante uno de sus
encuentros, que no era la más lista de la clase, no sólo estaba, por una vez,
siendo sincera.
Estaba constatando la absoluta inopia, por no decir inepcia, pedagógica en la que han crecido.

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