Ha sido de vuelta de desayunar, mientras meditaba sobre la crónica del anuncio de compromiso entre el príncipe Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton (¿cómo la llamarán? ¿Lady Kat?) en el diario El Mundo (el de papel, no el de Internet), y sobre el comentario que Jaime Peñafiel hace, cuando he llegado a cristalizar (en un primer momento pensé en verbalizar, pero como no dije ni mu, la cosa no se articuló en palabras) una idea que supongo llevaba tiempo rondando por mi cabeza.
Me explico.
Dicen que el comentario del príncipe Carlos fue "Han practicado lo suficiente". El de Peñafiel, que "han compartido techo y lecho". Eso me llevó a pensar que, por aquello de adaptarse a los tiempos, las monarquías ya no son lo que eran (ni siquiera la británica, que ya es decir...). Pero yo soy monárquico no por cómo son las monarquías, sino por cómo deberían ser, por lo que representan.
De aquí pasé a pensar que quizá el que el jefe de un Estado sea un rey, y que traspase tal dignidad a sus descendientes, puede que no sea demasiado democrático. Pero (y aquí está la cristalización) es que yo, probablemente, no sea demócrata. Es decir, no por convicción (como es el caso de por qué soy monárquico o por qué soy católico), sino que, de serlo por algo, lo soy por resignación. Porque, en el plano puramente teórico, que el voto de un destripaterrones inculto y sectario valga tanto como el mío (aunque alguno hay que me tacha de sectario) no es demasiado lógico (aunque sea democrático), y más cuando la clase política, y especialmente casi toda la izmierda y alguna derecha, hacen todo lo posible para emburrizar a las nuevas generaciones. Y en el plano puramente práctico, a España en general le ha ido mejor con gobiernos no democráticos que con los (nominalmente) democráticos. Especialmente con los del PSOE.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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