No quise opinar sobre la polémica levantada por las palabras de Salvador Sostres hasta haber oido el parlamento que las dio origen. Me parecieron unos comentarios chabacanos, desagradables, quizá etilizados... pero no peores que los proferidos por no recuerdo qué escribidora retroprogre acerca de las monjas violadas durante la guerra civil. Eso sí, cuando los que critican a Sostres (que, dicho sea de paso, es un columnista que dispara contra todo lo que se mueve) demuestran su escasa urbanidad, pierden todo atisbo de justificación en sus críticas...
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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