Si lo que se hubiera suspendido fuera una charla del Dalai Lama o -no digamos ya- de un ayatolah, ya estaría todo el progretariado hablando de intolerancia religiosa y de atentado a la libertad de expresión. Pero claro, hablamos del Presidente de la Conferencia Episcopal Española...
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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