El movimiento de los indignantes no es sino el último estadio, por el momento, de esos grupos que, bajo la excusa de no estar de acuerdo con el sistema, se dedican a saltarse las normas olímpicamente. Ahora, en una suerte de regresión involutiva, han ocupado (ilegalmente, como hacen siempre) un hotel. Vale que el establecimiento está clausurado y no tiene uso, pero si de verdad quieren darle alguna utilidad, que presenten una instancia, que promuevan una iniciativa legislativa popular (si es que su postura tiene un apoyo social tan aplastante como el que suelen pregonar)…
Lo que ocurre es que, cuanto más tiempo se les da, más demuestran su verdadero jaez: primero, destrozan el teatro contiguo al hotel; luego, se desvalija un piso contiguo (vale, puede que no hayan sido ellos, pero los ladrones, sean quienes sean, han aprovechado los destrozos que esos angelitos han realizado en los inmuebles citados); y mientras, se preparan para movilizarse en la semana previa a las elecciones... ¿Harían lo mismo si se vaticinara una victoria aplastante del hijo de P? Creo que no…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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