Otra novela de Joe Hill, la segunda, y la tercera de sus obras. Quizá me resulte un poco menos redonda que El traje del muerto, pero el hombre tiene técnica y logra engancharte. Para resumirla, podría decir que esta novela es el reverso de La tienda, del padre del autor, en el sentido de que si en la obra de King el demonio era el villano, aquí es el héroe… porque hay alguien mucho más malvado que él.
Entre los puntos a favor de esta novela hay que señalar que desde la primera página empieza a todo trapo, sin darte apenas descanso, hasta que llega el momento de parar porque, de lo contrario, el ritmo creciente sería imposible de mantener indefinidamente. Ahora que lo pienso, al igual que señalé que La máscara de mi padre, de Fantasmas, parecía el germen de una novela más larga, esta primera parte de la novela (los diez primeros capítulos, unas setenta u ochenta páginas) sería, a mi entender, perfecta como cuento largo o novela corta.
A partir de aquí, Hill comienza a alternar el relato en tiempo presente y los flashbacks para explicarnos cómo se ha llegado a la situación en que se encontraba el personaje de la primera página. De hecho, los flashbacks permanecen prácticamente hasta el final de la novela, cuando prácticamente todas las piezas encajan y se tiene finalmente una visión de conjunto.
Y aquí es donde está, a mi juicio, el mayor fallo de la novela: aunque cuando la historia acaba no hay agujeros en la linealidad de la historia, queda sin embargo por resolver la causa última del asunto (soy tan críptico para, en el improbable caso de que entre los lectores del blog haya alguno que esté pensando en leerse la novela, no chafarle la historia… no demasiado, al menos). O a lo mejor Hill sí que la explica, pero soy tan bruto que no soy capaz de darme cuenta.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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