En cualquier otro país, la mera sospecha de connivencia con banda armada habría supuesto la inhabilitación de facto para cualquier puesto político, no digamos ya para aspirar a la presidencia del Gobierno. Pero el hijo de P. no ceja en sus aspiraciones, a pesar de que la cúpula policial bajo su mando va camino de sentarse en el banquillo de los acusados. Luego va su predecesor en el cargo y les defiende, sin darse cuenta de que, como bien dice el refrán, hay comparaciones que son odiosas…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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