Un secreto sólo puede seguir siendo eso, secreto, si únicamente lo conoce una persona. Cuando hay más de uno que están en el ajo, las probabilidades de que todo llegue a saberse aumentan exponencialmente.
No digamos ya si los implicados son limitados
intelectualmente, soberbios o las dos cosas a la vez: porque un soberbio
inteligente tendrá el pesquis suficiente para darse cuenta de cuándo se
está pasando de la raya, y un estúpido humilde no tendrá grandes aspiraciones.
El psicópata de la Moncloa, su pareja y, en
general, el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer son
zotes de manual -tener habilidad para la infamia, la insidia y el engaño no
denotan inteligencia, sino mala baba-, por lo que era cuestión de tiempo que
sus trapacerías fueran conocidas y tuvieran repercusiones.
Y es que ha llegado un punto en el que el
miedo a la Justicia es mayor que el miedo que puedan tener al partido de la
mano y el capullo, o incluso que la ambición. Y después de que el decano de la
Facultad de Ciencias de la Información de la UCM denunciara presiones, por
parte del Rectorado, en la comisión de investigación que trata de aclarar en la
Asamblea de Madrid si hubo trato de favor de la Universidad con Begoña Gómez
(¿es redonda la Tierra?), ahora ha sido un vicerrector el que ha presentado su dimisión por motivos personales.
La duda es si lo que es personal será el miedo… o la vergüenza.
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