Sólo desde el más profundo de los complejos de inferioridad -aunque, como decían en Enemigo público, no eres un paranoico si de verdad te persiguen; quiero decir, son inferiores- puede entenderse la conjunción del arramblar con todo y el pretender honores y cargos que, por sus propios méritos, jamás podrían haber alcanzado.
Esto, unido a un comportamiento displicente y
despreciativo, como si además de estar por encima del bien y del mal se
hallaran también por encima de la más mínima educación, urbanidad y cortesía.
Porque en la última reunión de la comisión
mixta de seguimiento de la cátedra de la pareja del psicópata, la susodicha no entregó la memoria económica, ni justificó las facturas. Y todavía se molestó
cuando se las exigieron.
A ella, nada menos…
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