Hay dos maneras de hacer las cosas: la que sigue la izquierda española y la correcta. Y si no es la correcta es, al menos, algo más presentable que la de la izquierda española. Pero claro, ¿qué cabía esperar de una banda de impresentables?
En la gestión de las inundaciones en Valencia
nadie -salvo, quizá, Su Majestad el Rey don Felipe VI, a quien Dios guarde
muchos años- ha estado a la altura de las circunstancias. Desde estar
desaparecido en las horas cruciales -en una comida, dice… los mal
pensados hacen chistes sobre qué estaría comiendo o dejando de comer- hasta no
hacer nada por mero cálculo político y despacharse con un si necesitan algo
más, que lo pidan.
Pero hay quienes ligan su continuidad en el cargo a lograr la recuperación (aunque sea sólo paripé, para cubrir el expediente y salir del paso) y hay quienes se dedican a echar balones fuera
descargando las culpas sobre los demás, aunque esa tirapelotas haya sido
expedientada (a nivel europeo, ese nivel en el que aspira a participar en un puesto de relumbrón) por no actualizar el plan español contra inundaciones, o haya
desoído durante años peticiones de solución integral a riesgos de inundación en
lugares concretos.
Y ella, con esos pelos.
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