Este fin de semana ha tenido lugar el trigésimo octavo congreso federal del Partido Socialista Obrero Español. En él se trataba de elegir al sucesor de Rodríguez Zapatero en la secretaría general del partido. Al puesto se presentaban dos candidatos, ambos con (a priori) las mismas posibilidades de ser elegidos: Alfredo Pérez Rubalcaba y Carmen Chacón. El primero, en primera línea de la política desde hace más de un cuarto de siglo, frecuentemente en las zonas más sombrías, desde el GAL hasta el caso Faisán, pasando por la violación de la jornada de reflexión en 2.004. La segunda, una recién llegada (relativamente hablando) a la política, significada catalanista y simpatizante de gente que se dedica a ofender a España y a los que se sienten españoles (llevó la camiseta de Todos somos Rubianes). Cada candidato tenía el apoyo de un grupo mediático (podría decir poderoso grupo mediático, pero ambos están, gracias a Dios, de capa caída en la actualidad): Rubalcaba, del grupo Prisa, es decir, de El País; Chacón, de Mediapro, es decir, de La Sexta, grupo del que es accionista su marido.
El resultado final, tras sucesos pintorescos (como que ambos bandos buscaran el apoyo de Leire Pajín, lo que ya da idea de lo rematadamente mal que están las cosas en el PSOE) ha sido que
ha ganado Pérez Rubalcaba, por la mínima (apenas un 2% de los votos), aunque con más holgura de la que tuvo Rodríguez Zapatero en 2.000. Pero, a diferencia de lo que ocurrió entonces, cuando todos cerraron filas para alcanzar el único objetivo que siempre ha tenido el PSOE (esto es, el poder a cualquier precio), mi impresión es que esta vez el partido está, precisamente, partido por la mitad. Que la nueva ejecutiva haya sido votada por el ochenta por ciento de los compromisarios no es óbice ni cortapisa para lo que acabo de decir: los derrotados sólo esperan la ocasión propicia para ajustar cuentas…
Por otra parte, hace tiempo dije en
Facebook que la coincidencia de Rubalcaba con la verdad se produce únicamente por casualidad. Después del congreso, ha dicho que
hoy hemos empezado a escenificar el cambio y la unidad. Si uno consulta el diccionario de la RAE, la segunda acepción de
escenificar es
poner en escena una obra o espectáculo teatral. Es decir, que están poniendo en escena una farsa: ni están unidos, ni ha cambiado nada (más bien, lo que se ha producido es un regreso al pasado).
Hace una década, a Rodríguez Zapatero se le desconocía la falta de escrúpulos que demostraría posteriormente, dejando al PSOE (y a España, de paso) como un erial (no es sólo que eliminara –políticamente- a sus adversarios, que eso es hasta natural en cualquier político; es que los sustituyó por auténticas nulidades, a cual peor); de Pérez Rubalcaba sabemos de su catadura moral desde hace mucho tiempo (no por nada se dice no le des la espalda a Rubalcaba, que te la clava).
Desde mi punto de vista (un punto de vista externo y nada simpatizante, claro), el PSOE ha optado por el menor de los dos males. No quieren otro experimento como el de Rodríguez Zapatero: Rubalcaba quizá no despierte entusiasmo (le conocen demasiado bien para eso), pero se le presume la inteligencia (aunque la pasada campaña electoral ha sido bastante mejorable) y la falta de escrúpulos necesarias para devolver al PSOE aquello que considera suyo por derecho. El poder.
Chacón, en cambio,
demuestra poca fortaleza. En un partido que presume de feminismo, la catalana recurre con demasiada facilidad a la lágrima, un tópico de lo más machista en relación con las mujeres.
Y tras el congreso,
los nombramientos. Griñán sucede a Chaves en la presidencia del partido, al igual que le sucedió en la Junta de Andalucía (y es de desear que también le suceda en los tribunales, Dios mediante). Y como presunto delfín…
Pachi López, otro candidato a perdedor en las próximas elecciones autonómicas vascas.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!