En un país normal, a un asesino sanguinario al que se deja en libertad por una docrina jurídica discutida y discutible se le sigue y se le vigila, discretamente... o no. Máxime cuando dicha bestia no se ha arrepentido de sus crímenes.
En España, en cambio, se le suelta y el Gobierno no hace nada... y luego, claro, las víctimas se sienten como se sienten.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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