No sólo el hecho de que las plazas de las principales ciudades de España estén llenas de sujetos que parece que no tienen nada mejor que hacer que fastidiar al resto de la ciudadanía. No sólo eso. Me refiero, más bien, a cómo se ve por ahí fuera semejante hecho. ¿Y cómo lo ven? Pues como una especie de continuación de las revueltas en los países musulmanes. No se dan cuenta de que no somos africanos, musulmanes ni árabes (a Dios gracias por las tres cosas); que los manifestantes no se concentran contra una dictadura, sino para pedir una sarta de soplapoyadas que producen espanto y recuerdan poderosamente el programa de algunos partidos de extrema izquierda (o de izquierda extrema, para que lo entienda el progretariado); que contra ellos no se emplea la violencia (salvo excepciones, aunque luego rectifiquen los represores); y que, en fin, la cosa de romántica tiene más bien poco.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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