Evidentemente, me parece bien lo que ha ocurrido. Bin Laden es el caso llevado al extremo de niño bien devenido revolucionario (con antecendentes como Ernesto Guevara o Fidel Castro). Después de las salvajadas que ha organizado, inspirado, alentado y sufragado, su muerte ha sido casi demasiado misericordiosa; y si es cierto lo que se ha informado de que se atendió a los preceptos musulmanes en cuanto a su sepelio, es mucho más de lo que él y sus secuaces han permitido a sus innumerables víctimas.
Desde luego, esto no es el principio del fin, ni siquiera el fin del principio. Es, nada más y nada menos, un paso importante en un camino largo, doloroso y de destino incierto, pero que hemos de recorrer salvo que queramos perecer.
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