Hace pocos días ha muerto Gregorio Peces-Barba. No voy a referirme a él
como persona, puesto que no tuve la suerte o la desgracia de conocerle. Voy a
referirme a él como político, como personaje público. Y en ese ámbito,
Peces-Barba es uno de esas figuras a las que no voy a echar en falta. Ni como padre de la Constitución, ni como ex
Alto Comisionado para las Víctimas del Terrorismo, ni como socialista. Es un pensamiento poco cristiano, pero qué le vamos a hacer, así es la vida.
No le echaré de menos como padre
de la Constitución porque él, como los otros seis, pergeñaron un engendro como
se han visto pocos en la historia de nuestro ordenamiento jurídico. Si algún
texto legal está plagado de despropósitos e insensateces, ése es la
Constitución de 1.978. Y al recién fallecido le atribuyo, al menos, un catorce
por ciento de la culpa.
Como Alto Comisionado fue un oxímoron en relación con su cargo. Si algún
cargo de la Administración ha actuado contra,
y no a favor, de las víctimas del terrorismo, ése fue este amiguete de zETAp, nombrado
única y exclusivamente para realizar la labor que tan a conciencia desempeñó.
¿La prueba? Que abandonado el cargo por el ahora finado, el cargo desapareció.
Y como socialista, Peces-Barba ha sido sectario como pocos. Criticable en
toda persona, pero en alguien a quien blasonan como padre de la constitución debería ser un rasgo algo menos conspicuo.
Pero no, para este prócer lo único
que nos merecemos los católicos es leña. Toda la posible.
Para remate, hay elogios que más vale no recibir, ni siquiera muerto. Lo digo
por el hijo de P, al definir al Peces-Barba como un excelente (o adjetivo
equivalente) socialista. Vamos, que lo único peor que ser un excelente
socialista es ser un magnífico comunista…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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