En
el caso de los partidos llamados nacionalistas
de las distintas regiones españolas, y en concreto en el de vascos y catalanes,
la distinción entre buenos y malos es puramente artificial. Estoy
bastante seguro, además, de que la dicotomía ha sido lanzada por los que se
llaman a sí mismos nacionalistas buenos,
ya que redunda en su beneficio. Mientas los nacionalistas malos se dedican, como dijo Arzallus, a sacudir el árbol, los
nacionalistas buenos se dedican a
recoger los frutos de dicha sacudida. Ambos nacionalismos no son sino las dos
caras de una misma moneda: comparten ideología e intereses; pero mientras a
unos no les importa pegar tiros y poner bombas, otros parece que sienten un
cierto reparo en ensuciarse las manos recurriendo a semejantes medios.
La
enésima prueba la hemos tenido la semana pasada en el Congreso de los
Diputados. Al aragonés Durán y Lérida (la cara
amable del necionanismo catalán bueno) se le escapó la siguiente perla:
Es más, incluso en esta escuela catalana muchas veces la lengua mayoritaria en el patio sigue siendo, lamentablemente, el castellano.
La
última vez que alguien expresó semejantes ideas en voz alta las hizo en alemán con acento austriaco…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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