Fundada
por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, la Organización de las
Naciones Unidas ha acabado deviniendo en algo tan inútil como lo fuera su
predecesora la Sociedad de Naciones. Entre el derecho de veto de los miembros
permanentes de su Consejo de Seguridad y el hecho de que, en general, los
países afectados se tomen tan en serio sus Resoluciones como la Generalidad de
Cataluña las sentencias del Tribunal Constitucional cuando resultan contrarias
a sus intereses (es decir, casi siempre), la verdad es que la ONU sirve más
bien de poco. Si a eso le añadimos que los casos de corrupción son
verdaderamente escandalosos, la verdad es que casi estaríamos mejor sin ella.
Por
otra parte, las declaraciones recogidas en el preámbulo de su Carta no pasan de
ser eso, declaraciones: igualdad de
derechos de hombres y mujeres, progreso
social, un concepto más amplio de la
libertad… Palabras sólo palabras. Para muestra, el último botón: la admisión de Palestina como Estado Observador de la ONU. Un contrasentido, entre otras
cosas, porque Palestina no es un estado. Tendrá derecho a uno, quizá,
pero de momento no lo es. Y, además, la llamada Autoridad Nacional Palestina es musulmana (adiós a la igualdad
entre hombres y mujeres), es corrupta (adiós al progreso social) y está
tutelada por una organización terrorista (y adiós a la libertad). Una cagada, vamos, pero eso sí: una cagada políticamente correcta.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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