Del último Roland Garros, únicamente he visto
un set, y no completo: el quinto de la semifinal que jugaron Nadal y Djokovic. He
de confesar que en varias ocasiones vi al español derrotado, pero debería haber
aprendido a tener mas fe en él.
Nadie como Nadal para luchar por la victoria
hasta la extenuación… pero la extenuación del contrario. Ya le comió en su día
la moral a Federer, que únicamente pudo ganar en Paris el único año que Nadal no
llegó a la final; probablemente este año le haya comido una gran porción al
serbio, que ni jugando un tenis soberbio ha sido capaz de vencerle.
Cuando terminó esa semifinal, estaba seguro,
eso sí, de que lo peor había pasado para Nadal. Jugara contra quien jugara,
tenía su octava copa de los mosqueteros al alcance de la mano. Y así fue: pasó por encima del pobre Ferrer como una apisonadora, ganándole en un par de horas
y elevando el récord todavía más.
Lo mejor fue leer que la prensa catalana vendió el partido como una final catalana
(cosa curiosa, teniendo en cuenta que la jugaban un alicantino y un
mallorquín). Lo malo no es que se publiquen semejantes gilipoyeces. Lo malo es
que hay quien se las cree.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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