Cada vez que leo que George Bush hijo ha sido
el peor presidente de la historia de Estados Unidos, pienso en que tampoco es
para tanto. Sin necesidad de remontarse a Warren Gamaliel Harding, presidente
entre 1.921 y 1.923 (aparece en Centennial
cuando Morgan Wendell dice quién ha sido, para él, el peor presidente de
EE.UU.), creo que el peor del siglo XX ha sido, con toda probabilidad, Jimmy Carter.
Para empezar, un presidente que permite que le denominen por un diminutivo (lo
mismo ocurrió con Bill Clinton, pero éste es mucho más animal político que el cultivador
de cacahuetes de Georgia) pierde gran parte de la auctoritas que se le supone a tan alta magistratura.
Descendiendo a los hechos, como presidente su
gestión fue nefasta, tanto en el exterior como en el interior. Tuvo que venir
el que para mí es uno de los mejores presidentes de la historia de EE.UU. (y el
mejor, sin discusión, de la segunda mitad del siglo XX, muy por encima del
sobrevalorado JFK) para arreglar las cosas y dejar el mundo (y su país) un poco
mejor de como lo encontró.
Pero es que todas las tonterías que hizo como
presidente palidecen ante las que ha venido realizando en los treinta años
transcurridos desde que dejó de serlo. Tonterías que han merecido el aplauso
unánime del progretariado
internacional, grupito en el que incluyo al comité que concede el cada vez más
devaluado Premio Nobel de la Paz.
La última estupidez del señor Carter (y, como
diría Groucho Marx, espero que se me disculpe si le llamo señor, pero es que no
le conozco demasiado bien) ha sido comparar a la Iglesia Católica con Al Qaeda y los talibanes en cuanto al trato que se dispensa a las mujeres. O bien el
manisero no sabe de lo que habla, o lo sabe demasiado bien, lo cual es mucho
peor.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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