Como cualquier buen aficionado a la
ciencia ficción, había oído hablar tanto de El juego de Ender como de su autor, Orson Scott Card. Sin embargo, no fue
hasta que se aproximó el estreno de la película homónima que empecé a enterarme
de la trama de la novela.
Del mismo modo, vi la película antes
de leer el libro. Fui acompañado de otros dos aficionados a este tipo de
literatura que sí habían leído la novela, y comentaron que en la película se
daba bastante poca cancha a dos cosas que sí son importantes en el libro: los
combates en la Sala de Batalla y la relación de Ender con sus hermanos (y el
hecho de que sea un tercero).
Dicho lo cual, me centro en el libro.
Si bien la parte científica no es especialmente abstrusa (no se explica, que recuerde,
cómo son posibles las comunicaciones a través de distancias galácticas, ni
tampoco el funcionamiento de las tabletas táctiles… un cuarto de siglo antes de
los iPad y demás familia), la carga
llamémosle filosófica sí que es de fuste: desde el genocidio preventivo (vamos
a exterminarlos antes de que ellos nos exterminen a nosotros) sin bases
suficientes hasta la educación alienante de niños al objeto de convertirles en
líderes militares eficaces, pasando por la importancia de los creadores de
opinión que siguen una estrategia a largo plazo.
Lo gracioso, por así decirlo, es que
quien plantee estas cuestiones sea un mormón que ha apoyado a los republicanos
y está en contra del matrimonio homosexual y el dogma del calentamiento global…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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