Repito con cierta frecuencia que la
coincidencia entre un socialista español y la verdad sólo se produce por
casualidad, y esto es tanto más cierto cuanto más se sube en el organigrama del
partido. Es decir, que en el caso de su secretario general, su coincidencia con
la verdad tiene lugar por equivocación.
Recientemente, y casi con seguridad
pretendiendo atacar al rival, el hijo de P ha señalado que la mayoría absoluta de Rajoy es tóxica para su propio partido.
Probablemente pretendía decir que, al disponer de un gran poder político, los
resabios autoritarios de la derecha aparecerían sin duda alguna y el Partido
Popular se vería arrojado a una vorágine de actos cuasidictatoriales.
Por supuesto, en el ideario de la izmierda, eso jamás les ocurrirá a los
partidos progresistas. Ellos jamás se
verán intoxicados por una mayoría absoluta, por grande que esta sea, porque
siempre se moverán guiados por el interés común y nunca por el propio.
Sin embargo, basta con echar un
vistazo a la Historia para comprobar que si algún partido resulta intoxicado por la mayoría absoluta, éste
ha sido sin duda alguna el PSOE. Tras su arrollador triunfo en las elecciones
de 1.982, que le dieron la mayoría más holgada que ha disfrutado gobierno
alguno en democracia, se lanzó, ebrio de poder, a controlar todos los resortes
posibles del aparato del Estado. Con total desfachatez, Alfonso Guerra llegó a
decir aquello de Montesquieu ha muerto.
Y de aquellos polvos vienen estos lodos: desde el descrédito absoluto del
Tribunal Constitucional hasta la total politización de la Justicia y de sus
órganos de gobierno mediante un sistema de elección de cargos que, si bien
pudiera resultar constitucional en la forma, es radicalmente liberticida en el
fondo.
Con que, para variar, Alfredito
estaría mucho más mono con la boquita cerrada…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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