Parece ser una constante de los
presidentes franceses que se dediquen a ponerles los cuernos a sus parejas.
Sarkozy ya lo hizo, dejando a la madre de sus hijos para unirse a Carla Bruni (aunque al menos tuvo la decencia de casarse con ambas... no a la vez, por supuesto). Lo
de Hollande tiene más delito, porque sin casarse (qué le vamos a hacer, uno está chapado a la antigua) con Sególene Royal tuvieron
cuatro hijos, pero la dejó tras las disputas por el liderazgo del Partido Socialista
para irse con otra, una tal Trierweiller, a la que ahora se ha descubierto que
ponía los cuernos con una actriz, con la que se encontraba en un piso
relacionado con la mafia corsa. Al menos, no le puso un piso frente al elíseo,
como hizo monamí Fransuá.
Obligado a comparecer por el escándalo
montado, Hollande ha dicho que los asuntos privados se tratan en el ámbito privado. Estoy de acuerdo; pero es
que un jefe de Estado no tiene asuntos privados, dado el peligro que suponen… y
menos si se trata de líos de faldas, con el riesgo existente de que lo sometan
a chantaje.
Mientras, la cornuda, tras pasar unos
días en el hospital (comprendo el sofocón), se ha mostrado dispuesta a perdonar. Teniendo en cuenta que si no le perdona se
arriesga a ser puesta de patitas en la calle (con lo a gusto que se debe estar
en el palacio del Elíseo), la comprendo perfectamente, la verdad…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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