Si algo no se puede echar en cara a los asesinos de ETA y sus corifeos es la falta de coherencia. Para ellos, los atentados son parte de una lucha armada con el Estado opresor y los miembros de sus comandos que han sido encarcelados son presos políticos. Poco importa que su discurso se mueva en un limbo entre la fantasía y el embuste inmisericorde, ellos no se apartan ni un ápice de la línea que se han trazado. Máxime, cuando esa línea les ha aproximado más que nunca al triunfo final.
Quizá inconscientemente –o quizá no, quién sabe, porque la falta de escrúpulos de esa escoria es bien conocida-, los asesinos excarcelados tras el fallo del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo se han reunido en un matadero. La asamblea de matarifes, sin mostrar arrepentimiento ni apuntar a la disolución de la banda, ha reiterado todas las exigencias de la banda terrorista: amnistía total y autodeterminación.
Por cierto, que si hubiera más personas en España con los dídimos tan bien puestos como el periodista que se les encaró tras su rueda de prensa sin preguntas (oxímoron donde los haya), otro gallo nos cantaría…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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