No he leído esta obra tantas veces como el
núcleo central del legendarium de Tolkien, pero ya van unas cuantas. Y al igual
que ocurrió con dicho núcleo, hacía veinte años que no me lo leía de seguido.
Dado que se trata, en general, de relatos
breves (con la notable excepción del relato sobre Túrin, personaje por el que
Tolkien parecía sentir algún tipo de fijación, puesto que –al menos que yo
sepa- es el único caso en el que hay tantas versiones, y extensas además, de la
misma historia, historia que se centra en la vida de un único personaje, Hombre
para más señas), no me es posible, a pesar de mi mayor experiencia vital
(siquiera en términos puramente cronológicos), apreciar matices que antes no percibiera
en cuanto al pensamiento del autor.
En cambio, he vuelto a disfrutar leyendo
estas historias y encajándolas dentro de la historia de la Tierra Media. Porque
si algo tienen en común estas historias –salvo, de nuevo, la referida a Túrin-
es que, o bien desarrollan aspectos que en el repetido núcleo aparecían de
forma mucho más breve (como el relato sobre Tuor), o bien explican aspectos que
en el núcleo apenas se intuían (principalmente, los relatos referidos a la
Tercera Edad, que son los que destacan, para mí, porque explican bastantes cosas relacionadas con El Señor de los Anillos: cómo se perdió el Anillo único, cómo los Rohirrim llegaron a Rohan o cómo se gestó la famosa reunión inesperada... que resultó no ser tan inesperada, salvo para Bilbo, claro está).
Es decir, que al igual que recomendaría Sombras del Imperio para aquel que
quisiera iniciarse en el Universo Expandido de La guerra de las galaxias, recomendaría los Cuentos inconclusos para quienes quisieran empezar a ampliar su
conocimiento del legendarium tolkieniano.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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