Hace
años (¿lustros? ¿décadas?) que no sigo el festival de Eurovisión. Si acaso, las
votaciones, que es lo verdaderamente emocionante –ojo, no en el sentido de
saber a quién le dará los doce puntos Chipre (a Grecia, claro, y viceversa) o Bielorrusia
(a Rusia, por supuesto), sino en el de saber quién ganará cada año… cosa que
está bastante clara, salvo excepciones, al llegar al ecuador de la votación-,
aunque siempre en diagonal (es decir,
haciendo alguna otra cosa además).
En
general, me da lo mismo cómo lo haga España, y cómo vayamos a quedar (no
corríamos el riesgo de ganar ni en la peor de nuestras pesadillas). Quizá a
veces enviemos a pésimos cantantes y/o canciones (como en el caso de la
patochada del Chikilicuatre), pero (parafraseando lo que decía EE.UU. de
Noriega), son nuestros pésimos.
Viene
esto a cuento de los comentarios de la televisión británica (la tan, por otros
motivos, alabada BBC) durante el certamen a propósito de Pastora Soler: que si
se la veía emocionada y sería porque tenía cuenta en Bankia, que si se había
puesto uno de los manteles de su madre… Para responderles en el mismo tono,
mejor que enviar a un fósil para que quede penúltimo, cualquier cosa, oye…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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