Apenas
un año después de que el movimiento perroflauta ocupara las calles y plazas, de
aquello queda poco ruido y menos nueces. Divididos internamente (los
movimientos anárquicos tienden a ser, por su propia naturaleza, inevitablemente
fragmentables) y sin apoyos externos reales (el apoyo de boquilla y el
consentimiento que la izmierda en
general y el PSOE en particular les prestó, visto que la repercusión política real del sedicente movimiento –paradójico
que se llame movimiento a algo que se
limita a estarse quieto en un sitio y estorbar), los actos del aniversario
resultan patéticos a la par que hilarantes: un colectivo de cinco protesta por
la situación del pueblo palestino, mientras que un único individuo emprende una
huelga de hambre para que se declare odiosa
a la deuda pública. Y mientras, más periodistas que indignantes, y más policías que periodistas. Dentro de un año, ni las chinches…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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