Que
cualquier coincidencia de los indignantes
con la democracia y el Estado de Derecho se debía a la más pura casualidad es
algo que quedó de manifiesto ya hace un año, cuando, tras saltarse a la torera
los mandatos de la Junta Electoral, pasaron a practicar una libertad de prensa
bastante sui generis: la prensa era
libre de informar… si la dejaban pasar.
Un
año después son bastantes menos (también es cierto que la situación resulta
bastante menos propicia a las bromas), pero siguen igual de delinquidores. Por
un lado, son desalojados (esta vez sí) de los espacios públicos de los que se
les ordena marcharse (desalojados varias veces). Por otro, arrogándose la
representación de la voluntad popular, dirigen sus iras contra la verdadera sede de la soberanía popular. Quizá imperfecta, seguramente mejorable, pero
indudablemente verdadera.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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