Una pequeña reflexión personal, muy alejada de la temática política que
suelo abordar en este blog. La semana pasada (o quizá fuera la anterior),
escuchando Los miserables (el
musical, claro) me dio por pensar que los musicales (los de verdad, no los
constructos edificados sobre canciones como Mamma
mia! o, en el ámbito patrio, Hoy no
me puedo levantar, por citar dos ejemplos) vienen a ser las óperas de
nuestra época. En el fondo, no son sino obras teatrales cantadas, con sus
coros, sus solos (lo que supongo que equivaldría a las arias de las óperas
tradicionales) y sus dúos.
Algo después hablé con un tío mío (tío segundo,
para más señas), melómano y que entiende del tema muchísimo más que yo (lo cual
tampoco es tan complicado, la verdad), y le comenté esta impresión mía. Y estuvo
de acuerdo, señalando que las élites culturales (no empleó esta expresión, pero
la idea era esa) están empeñadas en que las óperas sean unas cosas
complicadísimas y abstrusas (tampoco empleó esta palabra en concreto, pero la
idea volvía a ser esa). Y dodecafónicas,
probablemente, añadí yo, que no sé lo
que es pero suena fatal. Y estuvo de acuerdo. Y luego pasamos a hablar de
cine. De películas musicales, en concreto.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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