El argumento básico de aquellos que defienden
la inmersión lingüística (el ahogamiento lingüístico, más bien) suele ser que su lengua se ha encontrado secularmente
oprimida y que han de actuar así para que no desaparezca. Lo que ocurre es que,
siguiendo esa política, caen en las actitudes que ellos mismos achacan a los
demás, es decir, en prohibir toda lengua que no sea la suya, negando así el derecho a la libertad de expresión.
Uno de los últimos casos se ha dado en la
entrega de los premios Gaudí (copia de los Goya, copia de los Oscar)… en la
que, a propósito, el premio a la mejor película en catalán se lo llevó ¡una
película muda! Una de las premiadas, la catalana Candela Peña, eligió dar su
discurso de agradecimiento en español, como es su derecho. Pues el necionanismo la puso cual no digan dueñas por esa razón, así como por no haber aplaudido el discurso de una de las
homenajeadas, que se pronunció a favor de las tesis independentistas.
En fin, aunque imperfecta, la nuestra es una
democracia, puesto que permite actitudes como las mencionadas; mientras que el necionanismo, epítome del pensamiento
único (entiéndase lo de pensamiento
en sentido muy lato), no tolera ninguna actitud que vaya contra sus postulados.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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