Desde
el ámbito de lo políticamente correcto en general, y desde el entorno del Barça
en particular, se ha venido presentando a Messi como el epítome del futoblista
perfecto, humilde a pesar de su brillantez y merecedor de todos los galardones
y parabienes.
El
problema es que, para ser el futbolista perfecto, Messi tiene dos graves
defectos: el primero, es un niñato malcriado y consentido que no soporta que no
se haga su voluntad; el segundo, que es un futbolista argentino, y de Di
Stefano a Maradona, de Bilardo a Redondo, ni uno solo de ellos, tuvieran o no
talento, han sido un ejemplo de comportamiento dentro del terreno de juego. Y
el de Rosario no iba a ser una excepción: quizá sea una excepción, pero todos
los que le podían disputar el puesto de primer goleador del equipo han ido
saliendo del club de aquella manera. Por otra parte, es difícil que se me
olvide aquel balonazo a la grada y la sonrisa de conejo que le siguió.
El último detalle que deja al descubierto cómo es en realidad Messi se produjo después
del partido de ida de los cuartos de final de la Copa del Rey, jugado contra el
Real Madrid. Frustrado porque la defensa madridista le había secado
completamente, el enano hormonado se dirigió al segundo entrenador del Real Madrid,
Aitor Karanka (un tipo que nunca dice una palabra más alta que otra) y le espetó
¿Qué miras, muñeco de Mou?. Luego,
esperó en el aparcamiento a Arbeloa y, en presencia de la mujer del madridista,
embarazada, le llamó bobo. De la
brillantez intelectual del argentino no cabía esperar insulto más elaborado…
salvo que la ira le hiciera tartamudear y estuviera intentando llamarle boludo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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