Y este viejo refrán castellano es aplicable
tanto a los terroristas como al Gobierno de España. Los primeros hablaron de
proceso de paz, de cese definitivo de la violencia y demás monsergas. Pero
cuando el tempo del proceso (y el proceso mismo) no se
desarrolla como ellos desean, amenazan con consecuencias desagradables, y
vuelven a su actitud matonesca reclamando la amnistía para sus presos (son tan
obtusos que reclamando la amnistía reconocen, implícitamente, ser culpables de
delitos, puesto que no cabe amnistiar a un inocente) pero sin hablar de
disolución o de desarme (salvo en desafortunadas referencias al cómic
franco-belga).
Por otra parte, el Gobierno mantiene, de
palabra, una aparente firmeza, y así contesta a las reclamaciones diciendo a
ETA que su único horizonte es la disolución incondicional. Sin embargo, la realidad no proporciona tanto
consuelo, ya que por la vía de hecho (como, por ejemplo, conceder el tercer
grado a un moribundo que parece estar muy vivo) se han venido adoptando medidas
que son del agrado de los asesinos y sus cómplices.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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