sábado, 6 de abril de 2013

Un miserable menos


Como cristiano, no debería alegrarme por la muerte de ningún ser humano, aunque sea la de un desalmado que ha ordenado la muerte de otras personas. Pero tampoco nadie puede obligarme a sentir su desaparición.
Cuando leí la noticia de la muerte de Thierry como consecuencia de un infarto cerebral, lo primero que pensé es que en los terroristas el cerebro no se trata de un órgano vital. Pero luego caí: los etarras, desgraciadamente, no carecen de cerebro. Lo que les falta es el corazón.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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