Entre las noticias relativas a la Casa Real que han saltado a la palestra últimamente y que –en esto siguen la tónica de los últimos tiempos; si fueran buenas, no serían noticia- resultan (o pueden resultar) perjudiciales para Su Majestad, está la de la cuantiosa (relativamente hablando) herencia que dejó su padre, el difunto Conde de Barcelona (sí, ya sabemos que el título de Conde de Barcelona corresponde al Rey de España, pero cuando hablamos de él todos sabemos, o deberíamos saber, que se está haciendo referencia a don Juan de Borbón, padre del Rey).
La oposición –singularmente la más extremista, la más demagoga o la más ambas cosas- no ha desaprovechado la ocasión para, utilizando la noticia a modo de ariete, llevar el asunto al Congreso como un medio para, imagino, atacar al Gobierno. El Congreso, de momento, ha admitido dos de esas preguntas. Y el ministro de Economía, falto de reflejos, se remite al de Hacienda, cuando lo que debería hacer es devolver la pelota diciendo lo obvio: que cuando falleció don Juan, y durante varios años después, los que estaban en el Gobierno de España eran los socialistas, bajo cuya égida la corrupción en Hacienda –y más concretamente en Barcelona y alrededores- alcanzó cotas que aún, que se sepa, no han sido superadas.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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