Siempre me he preguntado por qué los
políticos, en sus discursos (no los parlamentarios, sino los mítines de campaña,
o aquellas otras parrafadas que lanzan en sus congresos de partido) dicen las
cosas que dicen. Está claro que ni ellos mismos se creen todas las tonterías
que dicen, y mucho menos nos las creemos los ciudadanos. Cabe que piensen que
somos tan pardillos como para creerles (algunos habrá… probablemente,
demasiados), pero la impresión que me da es que son sólo para consumo interno,
una especie de manual de tópicos que
soltar.
La duda volvió a surgirme la semana
pasada, cuando vi al hijo de P soltando sus consignas con el ardor de un joven
militante. Que gente sin estudios ni preparación, como Masturbito o don Josefiño,
puedan llegar a creerse las arengas que ellos mismos lanzan, pase. Pero que un
perro viejo (y flaco, además; cada vez más) como Alfredito sea capaz de creerse
semejante sarta de monsergas es algo que me resulta muy difícil de creer…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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