Y en este caso, el sentido que hay que aplicar es el literal. Los
sindicatos españoles actúan, en la práctica totalidad de los casos, en defensa
de sus intereses de casta, no en la de aquellos a quienes dicen representar; y,
desde luego, con nula preocupación por las repercusiones que sus desmanes
puedan tener en el común de los ciudadanos.
Así ocurrió con la huelga de
transportes de hace unos veranos, en la que llegaron a afirmar, con luz y
taquígrafos (es decir, en rueda de prensa) que
reviente Madrid. Ahora quizá no reviente, pero va camino de morir de asco.
Y ello es no sólo porque los trabajadores de la empresa concesionaria del
servicio de limpieza municipal se encuentran en huelga, con lo que la basura no
se recoge, sino porque, además, hay piquetes que se dedican a romper papeleras,
contenedores y demás, con lo que la repugnancia de la situación es difícilmente
superable.
Eso sí, fieles al respeto que exigen
para ellos mismos, aquellos barrenderos que desean realizar su trabajo tienen que ser escoltados por la policía…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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