Ignacio (nunca he entendido esa manía
por vasconizar un nombre ya de por sí vasco) Gabilondo ganó entre la progresía
fama de periodista de valía, simplemente porque con su tono melifluo daba la
impresión de ser ecuánime. Sin embargo, como Lorenzo Milá, otro que tal baila,
es un sectario de la peor calaña sin ningún tipo de escrúpulo, que lo mismo se
inventa terroristas suicidas con motivo del peor atentado de la historia de
España que hace mofa y escarnio de una víctima del terrorismo, o que escucha
sin escandalizarse a un presidente del Gobierno que proclama que le conviene
que haya tensión en la campaña electoral.
Retirado de la primera línea del periodismo dado el escaso eco que tenía su programa, ya dije que no se le
echaría de menos. Llevaba tiempo sin saber de él, pero parece que es uno de
esos que no pierde ocasión de abrir la boca para demostrar lo miserable que es.
Ahora, cuando parece que los terroristas han vencido, vuelve a descubrir su
auténtica ralea y afirma que hay que apartar a las víctimas de la justicia democrática.
Malo es cuando a la Justicia se la
adjetiva, puesto que la Justicia es o no es. Pero cuando se le aplica el
adjetivo de democrática, al igual que
cuando se le aplica el de popular, es
cuando menos Justicia es realmente… y cuando mejor se retrata como opuestos a
la verdadera Justicia a aquellos que la aplican.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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