jueves, 4 de julio de 2024

Algo huele a podrido en las antípodas

Incluso en los países más racionales del mundo son capaces de cometer deslices. Sin embargo, suelen ser honestos, reconocer el error y rectificar.

Tomemos el caso de Nueva Zelanda. Un país en la otra punta del mundo (ellos pensarán lo mismo de nosotros, claro), lleno de gente amable y simpática (y de ovejas) -hablo con conocimiento de causa-, que llevó el tema de la pandemia de la COVID-19 bastante bien, según dicen, y que por lo visto habían pensado en establecer un impuesto a los eructos de las vacas, como medio de luchar contra los gases del efecto invernadero.

Mi primer pensamiento, sin haber leído el artículo, fue que mejor harían poniendo un impuesto a los pedos de las ovejas, que son más; pero al mirar el artículo veo que la figura impositiva gravaba las emisiones por ambos extremos del tracto digestivo, y a ambos tipos de ganado (aunque nunca se precisó cómo se iba a medir el volumen de emisiones, una imprecisión la mar de gilipogre).

Con el cambio de gobierno, y en un alarde de racionalidad, se ha decidido revertir toda la política ambientalista del anterior ejecutivo, al considerar que no tiene sentido enviar empleos y producción al extranjero, mientras los países menos eficientes en carbono producen los alimentos que el mundo necesita.

A ver si alguien en los alrededores de las antípodas de Nueva Zelanda tiene una iniciativa que no esté en las antípodas de la neozelandesa.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

No hay comentarios: